Democracia en Pañales | Arena Suelta
Fany Almazán
Luciérnaga Noticias
Por: TAYDE Gonzále Arias
La reforma constitucional en materia electoral del 10 de febrero del año 2014, sustituyó al Instituto Federal Electoral (IFE), para crear el 4 de abril del mismo año al órgano constitucional autónomo; Instituto Nacional Electoral (INE). Desde 1990, después de las elecciones de 1988, al deslindarse a la Secretaria de Gobierno de las elecciones en México, se esperaba que, dejando de ser juez y parte a la autoridad federal, se viviría la verdadera vida democrática en nuestro país.
Sin embargo, la creación de instituciones y lo cara que es una elección en México no han sido elementos suficientes para que los resultados sean del agrado de todos lo que compiten, de ese modo además de llegar a las diferentes instancias con diversos recursos legales, desde aquellas fechas hasta la actualidad las elecciones han dejado de ganarse en las urnas para arrebatar los y triunfos de las contiendas en los tribunales.
Aquel sueño de muchos en el que se podría respetar la voluntad social, se ha visto imposible de lograr debido a las argucias y vicios que han puesto en marcha previo, durante y después de las elecciones, tanto los partidos políticos como los artífices o actores de la política mexicana y en los peores de los casos, hasta los titulares de las dependencias encargadas de la defensa de la democracia en México.
La renuncia obligada o destitución de personajes como José Luis Vargas, de la presidencia de la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación e incluso la reciente renuncia de Patricio Ballados Villagómez, a la Dirección de Prerrogativas y Partidos del INE, por “iniciar un proyecto familiar, largamente esperado”, dejan abierta la puerta a la suspicacia del ¿Por qué tuvieron que esperar a renunciar o hacerlos declinar a su cargo, una vez que culmina el mayor proceso electoral?.
El pasado 6 de junio de 2021, los casi 95 millones de electores registrados en la lista nominal, teníamos la oportunidad de elegir Presidentes Municipales, Diputados Locales, Diputados Federales y Gobernadores, y aunque no se elegía a senadores, ni Presidente de la República, ni en todas las entidades ejecutivos estatales, si éramos más de cinco millones los que podríamos acudir a votar que en el proceso anterior, suscitado en el 2018.
Una vez pasados los términos legales, contados los votos por el programa preliminar, y después de escuchar a las autoridades electorales estatales y federales, que desde luego no iban a decir que su trabajo había sido malo, si no aplaudir su propio esfuerzo, era deseable que realmente se hubiera tratado de una jornada en calma, pero lo que para algunos significaron “actos aislados” para otros se han tratado de intervención del Estado Mexicano e incluso del crimen organizado, por lo que han representado un sin número de inconsistencias, y de falta de claridad en los resultados de las elecciones, por lo que las nuevas instrucciones legales son las de repetir elecciones municipales, distritales e incluso nuevos comicios en algún estado mexicanos.
Nuevamente el sistema político mexicano, ha mostrado su vulnerabilidad, a ojos de los mexicanos y del mundo, ha mostrado que los berrinches y los caprichos políticos son capaces de imponer candidatos, de que tenga atención la pataleta de quienes no estando de acuerdo con los resultados mienten e inventan para que se haga su voluntad. En cuanto a las autoridades, los sobornos y la corrupción viven en el actuar de los que llegaron a los cargos para cuidar la democracia haciendo negociación con las cúpulas del poder. Que el sistema tiene vicios de nacimiento y que un árbol con plaga no puede dar frutos sanos.
Si los mexicanos en cada pueblo tenemos los gobiernos que nos merecemos, por no hacer frente a la imposición y no participar, ni siquiera en acudiendo a votar; entonces también cargamos responsabilidad por permitir con nuestra sordera y ceguera, que sean los políticos en sus cargos los que pongan y quiten a quienes se supone deberían ser autónomos y se deben a los que los proponen, los acreditan y los mangonean a su gusto y forma.
Ya no queda claro, si lo que necesitamos sea una nueva ley o las varias reformas, ni tampoco si deba desaparecer un Instituto o deba de quitar del cargo al mismísimo Presidente. Lo que sí es evidente es que no hay ley que se respete ni voluntad que valga, cuando la mayoría que vota vive en la pobreza y se deja comprar por un plato de lentejas.