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Fany Almazán
Luciérnaga Noticias
POR TAYDE GONZÁLEZ ARIAS
Los claroscuros de la política han hecho que muchos ciudadanos tengan un desgano por participar en ella, en gran medida debido a que los actores de la misma, se pierden en el interés personal y la ambición del poder por el poder olvidándose de la vocación del servicio. Aunque son muchos los señalamientos contra las y los políticos, que casi siempre tiene que ver con la corrupción, otro de sus desaciertos es la falta de principios y la poca claridad ideológica con la que se dirigen.
Si bien es cierto, que cada instituto político o partido, debiera postular y poner como representantes a aquellas figuras que conozcan y defiendan sus principios y la ideología que representan, éste proceso se ha visto viciado por los intereses de grupos, al vender al mejor postor las candidaturas, canjearlas por beneficios, o negociar con lo que debiera ser irrenunciable, es decir las características únicas o especiales de cada partidario.
El desgaste de los partidos políticos, y el desafortunado sistema que tenemos, caduco y enfermo, se ha justificado con las libertades para permitir el chapulineo o práctica de andar de partido en partido, de tal suerte que es la misma gata pero revolcada, al presentar “nuevas caras”, en algún instituto político, pero que son figuras que ya han estado no en uno si no en muchos otros partidos, y peor aún, muy al estilo del chango viejo que no aprende maroma nueva, no sólo han pretendido venir a vender espejitos, sino que además se han colado a cargos públicos, viviendo de la ubre del erario público por años, sin hacer nada productivo, y con cero resultados favorables para el país.
Además de las prácticas que cuando no son justificadas, deberían ser sancionadas y reprobadas, hay otro mal que está afectando la estabilidad política de México, y esto es, la ausencia de un contrapeso o bancada de oposición en las cámaras o poder legislativo mexicano, pues aunque se debe buscar el acuerdo, el debate bien argumentado da como resultado mejores políticas para los gobernados, especialmente si se defienden las causas y casos pendientes por legislar, y se protege el interés nacional y no solo se asegura la permanencia del partido el poder.
No se deben aprobar leyes a modo, ni siquiera debería de existir la posibilidad de presentar iniciativas que sean retrógradas en cualquier área, o peor aún que tengan un sesgo político. Pues eso contraviene todo principio ética y moral de la buena política, que tanto nos hace falta y de la que muchos estamos habidos.
En una democracia de verdad, los contrapesos son necesarios, una vez que no se gobierna a gusto y modo de una sola persona o una sola fuerza, y prevalece la pluralidad. La oposición debe tener buenos argumentos que no tengan nada que ver con la demagogia o la mera retórica, sino que se sustenten en las realidades sociales y el más profundo interés social, pues de eso se trata la democracia, de que ganen las mejores propuestas, de que se escuchen todas las voces, pero que siempre gane el pueblo (claro si no se puede siempre, que por lo menos sea la mayoría de las veces).
En un país de agachones y de focas que aplauden hasta el estornudo el jefe, difícilmente se podrá transitar al bienestar, porque el beneplácito ciego, y enferma, engrandeciendo al supuesto líder, haciéndole inalcanzable o insuperable, estando más cerca de ser un mesías que un buen gobernante.
Alto a la politiquería de dimes y diretes de “los changoleones”, los obradoristas, los Zavalas y los Téllez, pues viven en el pasado, están atados a la descalificación y no a la propuesta, gritan, pero no debaten, se señalan, pero no argumentan, descalifican, pero no aportan y hasta se burlan entre ellos creando grandes cortinas de humo, que lo que hacen muy bien es alejar al ciudadano de la buena crítica y de política sana y propositiva que muchos deseamos.
Hace falta callarle la boca algunos cuantos, que no tienen la calidad académica para hablar mal de los estudiantes universitarios, la educación y sus instituciones educativas (especialmente la UNAM), pues dejan ver el coraje que guardan por no haber podido terminar con una carrera en tiempo y forma, y saber que desaprovecharon el tiempo y no lo pueden regresar.
Hay que elevar el debate, vamos a referirnos a las cifras de pobres, a los muertos y a los vivos, hay que planear para éstos últimos y para los que mañana no nos falte nadie. Hay que sancionar, el que no se atienda a los enfermos de todo mal grave o pequeño, garanticemos la vida y procuremos mejorarla, viviendo en luz y no a oscuras, contrastando datos y no quedarnos con los que tenemos u otros que carecen de validez, pero son absurdos.